48 Dormir, soñar; conciencia.

El sueño y yo tenemos una amarga historia, con momentos memorables como en toda relación. Uno necesita dormir para dejar descansar las ideas, para depurar la memoria y organizar los pensamientos. Al hacerlo me he encontrado con sueños y pesadillas, con alivio al cansancio y con una infinita pesadez, esta relación sin duda es de contrastes.

Algunas noches se me niega por completo el descanso, algunas noches con sus días; he llegado a pasar hasta 72 hrs sin pegar los ojos y como acto de venganza demuestro mi infinito desprecio a dormir. Desvelándome solo por el placer de hacerlo, no por la necesidad del silencio. También ha existido la contra parte, dormir hasta cansarse; dormir por 24 hrs.

Aún recuerdo la noche más terrible, donde dormir fue una tortura; un episodio de terror nocturno. “Se me subió el muerto”, dicen; puedo jurar que en ese momento cada sensación era tan real y tangible; existía sin la menor posibilidad de duda. Mi mente racional me ha hecho asimilar aquel «sueño», sin ninguna complicación posterior; sin explicaciones espirituales o ajenas a este mundo. Un simple accidente del sueño.

Pero ahora, lo que más recuerdo, lo que más deseo; es un momento que solo he experimentado en dos ocasiones. Algunos lo consideran como un acto místico, extrasensorial; una situación espiritual que nos vincula con lo divino. No puedo negar que es una sensación maravillosa e indescriptible, plena y llena de luz; aunque solo dos veces me ha ocurrido esa percepción es tan clara para mí. La conciencia plena del dormir, de una realidad construida enteramente por mi mente; un sueño lucido.

Ahora eso es lo que más anhelo, quiero dormir y soñar con la mente despierta. Quiero volver a experimentar un sueño lucido.

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