sentimientos

Letras

Amo las letras, eso debería ser más que evidente; la forma en que se mezclan unas con otras. Comunican, preservan; crean; destruyen y transforman. Pueden ser exactas, formales; precisas o ser un completo desparpajo. Me encanta verlas jugar para formar frases e ideas, cuando pierden el sentido e incluso cuando salen de contexto; cuando crean ambigüedades y dejan la puerta abierta a la interpretación. Lo que esconden entre líneas y lo que expresan claramente. La infinita posibilidad de las letras.

Incluso he llegado adorar lo limitado de sus posibilidades, porque no todo puede ser expresado en letras; porque no todas la ideas pueden ser formadas en palabras, pero eso forma parte de ellas y crea un campo inmenso para la experimentación. Cada vacío nos permite buscar una nueva combinación para plasmar aquello que buscamos.

Amo las letras, las letras ajenas; aquellas que dicen todo lo que me habría gustado decir. Las que me hacen descubrir cosas nuevas, viajar y maravillarme; soñar e ilusionarme. Despertar, ser realista; ser más consiente del mundo. Las letras alimentan mente y el alma, hacen sentir y pensar.

Desearía poder leer un poco mas y no olvidar jamás ninguna letra, desearía poseerlas; domarlas y emplearlas para escribir todo aquello que tengo (o creo que tengo) que decir. Quizás por eso las amo, porque constantemente se me niegan.

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Sentir

Tengo la constante impresión que el mundo condena los sentimientos, sentir es un signo de debilidad y la debilidad es intolerable. Las emociones forman parte de nuestra naturaleza, y a pesar de ello demostrar su existencia es causa de admiración.

 

Hay sentimientos que son más condenables que otros, que solo deben existir tras cerrar la puerta. Sentimientos que son exclusivos de las mujeres, porque el hombre debe ser fuerte. Algunos que deben ser desterrados al crecer, porque un adulto no debe permitírselos.

Es así porque nuestro entorno (sociedad, religión; cultura, familia; educación, etc.) dicta que sentimientos y en qué medida son correctos. Vivir dentro de esos parámetros es nuestra obligación.

Alguna vez caminé con un ramo de rosas por la ciudad, mientras la gente me observaba. Alguna vez lloré ante una audiencia de extraños. Demostré inocencia o ingenuidad, compasión; temor, tristeza… Debilidad. Y el mundo lo desaprobó.

Puede ser que tenga una mala impresión, que el mundo no condena los sentimientos; que demostrarlos es permitido para todos y por igual. Pero de todas esas ocasiones en que estuve fuera de los parámetros puedo recordar las miradas y los susurros, la certeza de saberme ajeno; diferente. Quizás por ello, supongo que sentir es condenable; porque se castiga lo diferente.

El mundo condena los sentimientos, puede ser. Yo, tengo la fortaleza para demostrar mi debilidad; para sentir en total libertad.

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