pesadilla

48 Dormir, soñar; conciencia.

El sueño y yo tenemos una amarga historia, con momentos memorables como en toda relación. Uno necesita dormir para dejar descansar las ideas, para depurar la memoria y organizar los pensamientos. Al hacerlo me he encontrado con sueños y pesadillas, con alivio al cansancio y con una infinita pesadez, esta relación sin duda es de contrastes.

Algunas noches se me niega por completo el descanso, algunas noches con sus días; he llegado a pasar hasta 72 hrs sin pegar los ojos y como acto de venganza demuestro mi infinito desprecio a dormir. Desvelándome solo por el placer de hacerlo, no por la necesidad del silencio. También ha existido la contra parte, dormir hasta cansarse; dormir por 24 hrs.

Aún recuerdo la noche más terrible, donde dormir fue una tortura; un episodio de terror nocturno. “Se me subió el muerto”, dicen; puedo jurar que en ese momento cada sensación era tan real y tangible; existía sin la menor posibilidad de duda. Mi mente racional me ha hecho asimilar aquel «sueño», sin ninguna complicación posterior; sin explicaciones espirituales o ajenas a este mundo. Un simple accidente del sueño.

Pero ahora, lo que más recuerdo, lo que más deseo; es un momento que solo he experimentado en dos ocasiones. Algunos lo consideran como un acto místico, extrasensorial; una situación espiritual que nos vincula con lo divino. No puedo negar que es una sensación maravillosa e indescriptible, plena y llena de luz; aunque solo dos veces me ha ocurrido esa percepción es tan clara para mí. La conciencia plena del dormir, de una realidad construida enteramente por mi mente; un sueño lucido.

Ahora eso es lo que más anhelo, quiero dormir y soñar con la mente despierta. Quiero volver a experimentar un sueño lucido.

Oscura Noche I

Oscura noche. Sin luna, sin estrellas. Cesa tu gélido aliento, que su roce estremece mi piel. Oscura noche, como ninguna noche; ¿A dónde han ido mis sueños? ¿Quién me lo ha arrebatado?

Oscura noche. Estoy indefenso, he perdido la fuerza y mis sueños. La soledad me acompaña en mi lecho y el recuerdo de ella se me escapa, mi corazón se derrama. Me aferro a su sonrisa, a sus palabras, pero en una noche sin estrellas y sin luna es difícil recordarlas.

Oscura noche. ¿Cuándo terminas? Déjame sentir su candor, estrecharla en mis brazos y creer que esta noche es una pesadilla. Permíteme escapar, tomar esta noche como una advertencia: para no equivocarme jamás. Concédeme despertar, estar a su lado, sanar mis labios con sus labios y regresarle a mi corazón su calor.

Oscura noche sin luna, sin estrellas. ¡Sal de aquí! ¡Sal de mí!





Soñé

– Anoche soñé contigo.

– ¡¿Ah sí?!

Sí.

– ¿Y qué soñaste?

– Nada, fue… solo un sueño.

– ¿Nada? No entiendo entonces por qué tendrías que mencionarlo. Anda, dime ¿qué soñaste?

Soñé… que no estaba más aquí, que me marchaba; no podía seguir a tu lado y por…

– ¡Para! No es gracioso. Odio cuando comienzas a decir esas cosas.

– ¡Ves! Te dije que no había sido nada, solo fue un sueño; lo siento.

– Está bien, te perdono; solo fue un mal sueño.

– Si, eso fue… Un mal sueño.