miedo

Los Abajo-Aplastados

Hace tiempo escribí este texto sobre México, la violencia; la realidad que nos ha desgarrado como país. El adjetivo abajo-aplastados lo tome de los artículos de Luis González de Alba.

El león esta suelto, corre por las calles. Los abajo-aplastados viven temerosos, llenos de incertidumbre; viven “con el Jesús en la boca”.

El estado de armas prevalece, se hace presente a cada instante; en cada conversación. Todos lo saben, pero intentan ignorarlo; es un secreto a voces con muchos eufemismos. Porque de alguna forma se debe mantener la rutina, de alguna forma se debe simular una vida tranquila.

Los abajo-aplastados deben luchar día a día para ganarse el pan, deben ser buenos ciudadanos; cumplir con la ley y sus responsabilidades; mucho mejor si están bien informados consumiendo lo que los medios producen. Deben hacer lo correcto, lo necesario.

Seguir siempre adelante con la esperanza puesta en un mejor mañana, esa esperanza que los mantiene; que los caracteriza… Que los consuela. Todo sea por un mejor futuro.

Los abajo-aplastados olvidan quien sostiene la nación en pie, lo olvidan por que callan; porque esperan ese mejor mañana con paciencia e impávidos. Lo olvidan porque se acostumbraron al miedo, a la incertidumbre. Lo olvidan porque “poco es mejor que nada”, porque “se podría estar peor”. Porque “nada se puede hacer”, porque no pueden confiar en la autoridades y sobretodo porque las balas tienen nombre.

Así viven los abajo-aplastados aferrados a la esperanza, silenciosos y sin memoria.

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Moriré

Moriré un lunes por la mañana justo cuando el sol comienza a salir, mientras el nuevo día nace; mi vida llegara a su fin.

Moriré por la mañana, porque morir en la noche o en la madrugada es de impacientes; solo aquellos que no pueden esperar el momento se adelantan a él. Moriré por la mañana porque creo que morir por tarde es de imprudentes, que aun a sabiendas que deben morir; no tienen la consideración de hacerlo a primera hora como si postergándolo unos instantes no fuera a suceder.

Moriré en lunes, porque creo es el día correcto para morir; de esta forma a nadie le arruino sus planes de entre semana y mucho menos su fin de semana. Moriré un lunes en la mañana para que la multitud no note mi ausencia, para que mis compañeros piensen que me quede dormido; para que nadie me extrañe al menos por unas horas.

No tengo idea de cuando moriré, no tengo prisa porque ocurra; pero tampoco tengo miedo. Cuando llegue ese lunes por la mañana estaré preparado.

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La Tempestad

La tormenta se desata, inicia el huracán; las ratas son las primeras en escapar. Suena la alarma, es el rápido palpitar de mi corazón; anunciando el desastre. El viento agita mi alma, estremeciendo el mundo; enredando nubes y recuerdos que llenan de penumbra mi interior. La lluvia arremete con fuerza, desbordando las pupilas e inundando mi voz.

En medio de la nada me aferro a mi embarcación, esperando resistir la violencia de las olas. La hipotermia se hace presente, es el tiempo sumergido. Mi pensamiento se enturbia, es la niebla y la noche; es el frio y el miedo. La tormenta no cesa, tiemblo.

Avanza la tempestad consumiendo mis fuerzas, por un instante los relámpagos me arranca del letargo. Lentamente anestesiado por el cansancio, y sin señales de tregua; dormito.

Despierto, descubierto por los rayos del sol. Las aguas en calma, mi barco a flote y mi alma serena. Observo el horizonte, buscando alrededor y lo descubro… Una mentira, una ilusión; el ojo del huracán.

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02

El parpadear del cursor es una visión común al intentar escribir, al parecer la necesidad solo surge con la imposibilidad de ser satisfecha. Estoy habituado a ello, puede ser que se haya convertido en mi pretexto preferido; la ausencia de inspiración.
 
¡Ey! Hoy voy a escribir. — Fácil, lo complejo llega al instante y más siendo consciente de que las letras están ahí; pero se niegan a presentarse en un orden coherente o en ocasiones en cualquier orden. Supongo es el miedo.
 
Cuando escribimos, entre líneas se esconde nuestra personalidad; puede ser solo una imagen parcial y difusa. Lo real, es que forma parte de nosotros. De ahí surge el temor, mi temor.
 
Pues bien, esto me he propuesto; enfrentaré todos mis miedos. Y aquí estoy escribiendo, porque hoy soy consciente que detenerse no es opción y que se debe dar cuerda al reloj de la vida.

 

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