Hace tiempo escribí este texto sobre México, la violencia; la realidad que nos ha desgarrado como país. El adjetivo abajo-aplastados lo tome de los artículos de Luis González de Alba.
El león esta suelto, corre por las calles. Los abajo-aplastados viven temerosos, llenos de incertidumbre; viven “con el Jesús en la boca”.
El estado de armas prevalece, se hace presente a cada instante; en cada conversación. Todos lo saben, pero intentan ignorarlo; es un secreto a voces con muchos eufemismos. Porque de alguna forma se debe mantener la rutina, de alguna forma se debe simular una vida tranquila.
Los abajo-aplastados deben luchar día a día para ganarse el pan, deben ser buenos ciudadanos; cumplir con la ley y sus responsabilidades; mucho mejor si están bien informados consumiendo lo que los medios producen. Deben hacer lo correcto, lo necesario.
Seguir siempre adelante con la esperanza puesta en un mejor mañana, esa esperanza que los mantiene; que los caracteriza… Que los consuela. Todo sea por un mejor futuro.
Los abajo-aplastados olvidan quien sostiene la nación en pie, lo olvidan por que callan; porque esperan ese mejor mañana con paciencia e impávidos. Lo olvidan porque se acostumbraron al miedo, a la incertidumbre. Lo olvidan porque “poco es mejor que nada”, porque “se podría estar peor”. Porque “nada se puede hacer”, porque no pueden confiar en la autoridades y sobretodo porque las balas tienen nombre.
Así viven los abajo-aplastados aferrados a la esperanza, silenciosos y sin memoria.