alcohol

Mala Copa

De que el alcohol nubla la mente no existe novedad en ello, todo borracho que se precie de serlo percibe el mundo distorsionado.

Bien, entonces, recuerdo estar departiendo alegremente con los amigos sujetando mi copa de vino por su tallo entre mis dedos pulgar, índice y medio.Justo de esta manera viene a mi mente cada una de mis mas recientes reuniones, aunque bien sé que las memorias de un ebrio son traicioneras; y según dicen últimamente me pongo mala copa.

─Desde que comenzaste a boxear, cada que tomas quieres madrear al que se te ponga en frente.

Obviamente me resulta una afirmación falsa, en ningún momento he buscado pelear con nadie, solo por hacerlo.Comencé a entrenar box recientemente, hace apenas algunos meses, nada serio, con el único fin de ejercitar. Soy una persona pacifica.

Me ofende la afirmación que a raíz de practicar box, me he vuelto violento. Cuando justamente sucede lo contrario, ese espacio me proporciona un remanso de paz y calma, un escape al estrés de cada día. Por eso me molesta, siendo consciente que no puedo confiar en mis recuerdos y concediendo que me he convertido en un borracho “mala copa”, que los camaradas consideren a tan noble deporte como la causa de mi violencia.

Podría entender y hasta admitir cualquier otra razón, quizás por ejemplo, algo más simple: con los años me he vuelto más irascible. Aunque supongo que a ninguno de los idiotas con los que convivo se les podría ocurrir algo tan sencillo, a veces es demasiado pedir que piensen las cosas. A veces no sé qué haría sin el box como terapia.

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Trago Vintage

He venido a dar aquí por un golpe de azar, del destino, como muchas cosas de la vida o al menos de mi vida. Después de caminar por un buen rato, me entrado la urgencia de tomar un trago para poder asimilar todo aquello que me ocurría. Sin averiguar más entré al primer lugar bajo el anuncio de bar que he visto, al despertar de aquel trance que me mantenía andando sin rumbo.

“¿Qué mas da donde se embriaga uno mientras se tenga dinero para pagarlo?”, pensé; igual podría tomar un coñac o un mezcal, que en se momento la urgencia era simplemente de alcohol.

Justo al cruzar el umbral me di cuenta de haber dado un salto en el tiempo. «¿Qué podía esperar? ¿Una cantina de mala muerte como aquellas a las que estoy acostumbrado?”, me pregunté.

Aun así, no deja de ser un lugar extraño, ausente del presente, un lugar que ha quedado suspendido: atrapado en los 60’s si tuviera que ubicarlo. No seria el primer bar temático del mundo en el que me encuentro, pero este va más allá. Cada persona aquí sentada es fiel a la época: en su vestir, en cada ademan, incluso en su mirar. Y eso es lo que me perturba, me siento extraído del tiempo, de mí tiempo, de este retrato soy un completo extraño. Soy ajeno a este espacio, a este momento y creo que todos alrededor se han percatado, puedo verlo en sus ojos.

Cada paso me parecía eterno, justo podía sentir como el tiempo iba entumiéndose al mismo ritmo de mi cuerpo. “¡Que lejos pusieron esa jodida barra!”, pensaba con angustia mientras observaba al cantinero detrás de ella, que con un gesto monótono limpiaba un vaso y me devolvía la mirada.

Mientras avanzaba con lentitud, sentía crecer una resequedad en mi boca que comenzaba a volverse insoportable… quizás acrecentada por aquel lugar o simplemente me comenzó a superar aquella realidad que debía vivir ahora.

Aquel bar se había sumido en silencio desde el momento en que yo había cruzado la entrada, solo el raro estruendo de las manecillas del reloj rompía aquella lúgubre calma.

Entonces, finalmente llegue hasta la barra.

─ Buenas tardes. ─ Dije, con calma.

─ Buenas tardes, caballero. ¿Qué le servimos? ─ respondió el cantinero, dejando el vaso que mantenía en sus manos bajo la barra.

Wiski ─ dije con parquedad.

─ ¿Alguno en particular? ─ cuestionó el cantinero.

─ El que sea esta bien ─ dije ─ me da igual.

El cantinero giro con calma tomando una botella que se encontraba detrás de él, llena de aquel liquido ámbar, lo sirvió en un pequeño vaso. Sus movimientos eran lentos y precisos, mientras volvía su cuerpo con la misma tranquilidad que había servido comenzó a cerrar la botella para regresarla a su lugar.

─ ¡Déjala! ─ exclame con rapidez, aunque parecía más bien que había gritado sin percatarme. Inmutable, el cantinero dejo la botella junto a mí, tomo el mismo vaso que tenía en sus manos hace unos instantes.

Me echo una larga mirada, mientras yo bebía el contenido del vaso de un solo trago. ─ ¿Problemas? ─ Preguntó.

─ Si ─ respondí, él destapo una vez más aquella botella para llenar mi vaso.

─ ¿Mal de amores? ─ Cuestionó una vez mas.

Yo asentí… entonces el sonido regresó por completo y con él, el tiempo. El mundo volvió a la normalidad, por fin pertenecía a ese lugar.

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Por encima

— No intentes ser como los demás — me dijo —. Que sean ellos quienes tengan que alcanzarte, que se acostumbren a alzar la mirada para poder verte. No intentes convertirte en uno de ellos, pues implica para ti perder demasiado; mejor deja que ellos luchen por estar a tu nivel y les harás un favor. Tu estas muy por encima de todos ellos.

— Gracias —. Fue lo único que atine a decir, jamás he sabido responder ante un cumplido; quizás porque no estoy muy habituado a recibirlos o más bien, porque no estoy seguro nunca de merecerlos.

La noche avanzaba mientras aquellas personas se sumían en el alcohol, las observaba una a una sin perder atención; no era la primera vez que lo hacía. No debería hacer falta mencionarlo, pero nunca me he sentido parte de ese ambiente o de ninguno que recuerde; entonces comencé a pensar quizás era cierto el halago y por ello yo no encajaba en aquel mundo.

Empecé a sentirme satisfecho y reír para mis adentros de las acciones de aquellos extraños, sus ingeniosos bailes y sus inteligentes conversaciones; los observaba complacido. Y tome un trago, o dos; para celebrar mi nuevo status. Podía sentir la euforia de saberme distinto y quería que cada uno lo supiera también, gritárselo al mundo.

Decidido salí al encuentro de algunos de ellos, fue tanta la emoción que trastabille y termine en el piso; todos comenzaron a reír y yo con ellos. — ¡Pendejos! —. Dije, mientras me reía a carcajadas tumbado en el suelo; los infelices no podían darse cuenta que yo me encontraba por encima de todos ellos.

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