Letras sin Sentido

Mis letras.

¡Quiero!

Quiero estar junto a ti y quiero besos, en ese orden puesto que de otra forma no funcionaria y es lo único que quiero. ¿Sabias que los besos causan adicción? ¿No? No es broma, puedes pensar que es un pésimo pretexto pero realmente creo que es así; aunque no podría describirlo.

Solo puedo decirte lo que quiero, aunque no lo entiendo; no es que trate realmente de hacerlo pero es tan extraño que a veces me siento un poco intrigado. Entonces me doy cuenta que las cosas no son nunca como las planeamos, que cada momento en nuestra vida sucede justo en el instante indicado y en el menos esperado. ¡Como tu en mi vida! Que grata, encantadora y desconcertante sorpresa resultaste ser.

“¡Quiero!” repite una voz en mí, lo se; no es más que el berrinche de un niño malcriado y entonces solo me queda ser un adulto responsable e imponer disciplina. ¿No te jode? Crecer, madurar; también viene en este paquete llamado vida.

A veces es difícil o me gusta hacerlo difícil, aun no estoy muy seguro de la afirmación correcta; pero así es esto. En la vida no siempre obtenemos lo que queremos, y vale; no pasa nada… solo queda serenar al niño.

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Dolor de Media Tarde

De este dolor de media tarde, mientras me devoro el corazón a cucharadas de nostalgia; escucho tu ausencia a mi lado… en esta silla vacía junto a la mesa, en el monótono dialogo en que me he enfrascado con la nada.

Apresuro cada cucharada, no obstante procuro saborear cada una con calma; sigo alimentando mi insaciable tristeza y procuro ignorar el vacío que me rodea. Debo salir de prisa, regresar a las labores del día y huir de mí; lejos de este lugar lleno de memorias que no me pertenecen… que me resultan tan ajenas como el tipo que veo cada mañana frente al espejo.

Debo escapar… en busca de alguien, de quien sea; cualquier compañía es buena cuando no se quiere estar con uno mismo o por lo menos cuando se desea alejarse de un hogar extraño, poseso de fantasmas y demonios. Entonces me refugio en la multitud, en la muchedumbre ignorante de la ausencia que me invade y persigue.

Repetir la misma tarea rodeado de extraños, aliviado de encontrar mas cosas por hacer y de que aun no llega la noche para carcomerme; que aun me queda la tarde.

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dealer de besos

Adicto

El problema con los besos es que crean adicción, no se pueden besar unos labios sin volverlos a desear. Aunque no siempre enganchan a la primera, en ocasiones hace falta probar dos o más veces; son una droga perfecta.

Entonces vamos en busca de más y más besos; nunca son suficientes. Devorarse a besos, consumirse y jamás saciarse. ¡Quiero un beso más! Que dure la eternidad y al final quiero mil más.

Lo terrible de los besos es su ausencia, la abstinencia es desgarradora, como se sufre cuando no se tienen y se convierten en nuestra única necesidad. Lo peor, es que uno no pude salir y buscar cualquier dealer, porque nunca es igual. ¿En qué otra boca que no te pertenece encuentro tus besos?

¡Maldigo tus labios!, con su dulce veneno que me intoxica y consume, porque justo ahora tiemblo… Por solo uno de tus besos. 

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Aunque…

Aun con tus reglas,
este es mi juego;
donde yo se que quiero…

y no.

No quiero una mujer de fantasía,
que sea perfecta.

Quiero una mujer real,
que me haga sentir.

No ofrezco ni mi luna o mis noches,
estrellas o ser alguien mas.

No prometo ser un príncipe
o convertirme en quien no soy.

Quiero a una mujer,
que acepte mis tristezas;
aun sin comprenderlas.

Comparta mis alegrías
y me regale sonrisas.

Quiero tu locura
contagiando mis días.
Y quiero sobretodo saber si eres tu,
aunque quizás no lo seas.

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Tristes

¿Qué dirá el mundo?
Si dos tristes se encuentran.
Si tu soledad acompaña a la mía.
Si compartimos nuestras tristezas.
¿Qué dirá la felicidad?
Permanecerá indiferente
o tendría alguna objeción
negando su presencia.
¿Qué pasaría?
Si la tristeza fuera solo mía.
Si solo fuera mi imaginación
y tu seas ajena a mi vida.
Ahora lo se… 

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Renuncio

Renuncio — dije —
a versos forzados
y lugares comunes.

A las letras
que se me niegan,
metáforas
que nunca llegan.

A esquivas musas
y mis estúpidas palabras.
Mis jodidos días
y noches en vela.

Al deseo,
al anhelo o el impulso;
de tomar una pluma
o azotar el teclado.

A escribir
o si quiera intentarlo.

Renuncio — dije—
a todo, por lo menos
hasta mañana.

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Moriré

Moriré un lunes por la mañana justo cuando el sol comienza a salir, mientras el nuevo día nace; mi vida llegara a su fin.

Moriré por la mañana, porque morir en la noche o en la madrugada es de impacientes; solo aquellos que no pueden esperar el momento se adelantan a él. Moriré por la mañana porque creo que morir por tarde es de imprudentes, que aun a sabiendas que deben morir; no tienen la consideración de hacerlo a primera hora como si postergándolo unos instantes no fuera a suceder.

Moriré en lunes, porque creo es el día correcto para morir; de esta forma a nadie le arruino sus planes de entre semana y mucho menos su fin de semana. Moriré un lunes en la mañana para que la multitud no note mi ausencia, para que mis compañeros piensen que me quede dormido; para que nadie me extrañe al menos por unas horas.

No tengo idea de cuando moriré, no tengo prisa porque ocurra; pero tampoco tengo miedo. Cuando llegue ese lunes por la mañana estaré preparado.

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Cuervos

Sera la noche que habita en mi, pero escucho el incesante graznar de los cuervos; puedo verlos posados sobre el árbol frente a mi ventana. Al andar sus sombras cubren mis pasos, su vuelo vigila mi caminar; observan cada uno de mis movimientos.

¡Silencio! – Grito con furia, pero los cuervos no cesan; continúan con su horrible ruido y solo consigo asustar a las personas que me rodean, que invariablemente huyen de mí. Aun soy incapaz de comprender porque solo yo soy consiente de aquellas aves.

Sus plumas cubren el firmamento, pueblan el día; son tantos como para ocultar el sol y hundir la tierra en tinieblas. Aun así, solo yo puedo verlos o escucharlos.

¡Malditos cuervos! Quisiera tomar una escopeta para tumbarlos del cielo, de los arboles; de los edificios. Dispararles a todos, desplumarlos y que no vuelvan a elevarse. Quisiera…

Y cuando lo pienso, los cuervos parecen leerlo en mi mente; se inquietan y emprende el vuelo. Entonces puedo sentirlos arremolinándose furiosos sobre mí, desgarrándome el alma; arrancando mi carne y clavando sus picos en mis ojos. Puedo sentir sus aleteos en mi corazón… – ¡Basta! – Suplico, pero los cuervos no cesan.

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Es mejor…

Que ardan
los huesos de mi cuerpo,
se consuma mi carne
y se extinga mi aliento.

Que el fuego
sea mi abrigo
y cubra mi piel
para aliviar este frio.

Que calcine
mi recuerdo,
mi existencia
reducida a cenizas.

Que arda
mejor que
desvanecerme.

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Por encima

— No intentes ser como los demás — me dijo —. Que sean ellos quienes tengan que alcanzarte, que se acostumbren a alzar la mirada para poder verte. No intentes convertirte en uno de ellos, pues implica para ti perder demasiado; mejor deja que ellos luchen por estar a tu nivel y les harás un favor. Tu estas muy por encima de todos ellos.

— Gracias —. Fue lo único que atine a decir, jamás he sabido responder ante un cumplido; quizás porque no estoy muy habituado a recibirlos o más bien, porque no estoy seguro nunca de merecerlos.

La noche avanzaba mientras aquellas personas se sumían en el alcohol, las observaba una a una sin perder atención; no era la primera vez que lo hacía. No debería hacer falta mencionarlo, pero nunca me he sentido parte de ese ambiente o de ninguno que recuerde; entonces comencé a pensar quizás era cierto el halago y por ello yo no encajaba en aquel mundo.

Empecé a sentirme satisfecho y reír para mis adentros de las acciones de aquellos extraños, sus ingeniosos bailes y sus inteligentes conversaciones; los observaba complacido. Y tome un trago, o dos; para celebrar mi nuevo status. Podía sentir la euforia de saberme distinto y quería que cada uno lo supiera también, gritárselo al mundo.

Decidido salí al encuentro de algunos de ellos, fue tanta la emoción que trastabille y termine en el piso; todos comenzaron a reír y yo con ellos. — ¡Pendejos! —. Dije, mientras me reía a carcajadas tumbado en el suelo; los infelices no podían darse cuenta que yo me encontraba por encima de todos ellos.

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