Desorientado
He vuelto a perderme en esta ciudad que recorrí tantas veces prendado de tu mano, pero ante tu ausencia estas calles me resultan simplemente extrañas.
He vuelto a perderme en esta ciudad que recorrí tantas veces prendado de tu mano, pero ante tu ausencia estas calles me resultan simplemente extrañas.
Aun conservo aquellas fotos que prometimos enmarcar un día.
Creí ubicar el momento en que comenzó esta costumbre, pero nuevamente la memoria juega conmigo y se presta para confundir recuerdos, lo cierto es que ya hace algunos años de ello en que esto empezó, quizás de aquel segundo o tercer primer amor que sin duda fue el primero a quien escribí un poema o un par de cartas de aquel que fue el verano más largo de mi vida. De aquellos primeros años escuche Hombres G , y en algún momento llegaría a mí el disco “Peligrosamente Juntos”…
De ahí todo comenzó, no con la frecuencia que los últimos años ha traído o la rutina que viene con los días, pero si como algo constante en mi vida que de no ser escéptico hasta consideraría invocación porque al menos los últimos 13 años se han convertido en tradición (con alguna excepción), de la cual no pretendo desprenderme porque justo disfruto esta parte cuando llega el día y porque justo así se siente cada peldaño de mi vida (desde hace algunos años).
Hoy es mi cumpleaños, felicítame.
Se anudan a mi cuello,
se afilan en mi lengua,
se clavan en mi boca,
y ahogan mi aliento.
Rasgan la piel
y se derrama el pecho,
tiñen el asfalto,
trazando el camino
por donde desfilan,
penitentes marchan, festivas,
fúnebres, danzan, gritan y callan.
Todas…
Profanas y sagradas,
inocentes y maliciosas,
nuevas y olvidadas.
El primer lamento,
la palabra, las letras,
el verso y los días.
El momento y los amigos,
los tragos y la fiesta.
Tu mano en mi mano,
tu cuerpo sobre el mío.
Ludus, Storgé, Eros.
Los recuerdos endulzados
y las amargas memorias,
el mañana postergado,
los universos improbables,
el futuro inalcanzable
y las promesas incumplidas.
Ágape, Manía, Pragma.
Cubren calle y acera,
trepan por los muros,
devoran la ciudad
y suena al compás la música
fúnebre, tambores de guerra,
batucada, sones, jaranas…
Todo suena, estalla,
todas cantan, de memoria,
improvisando, a pie de letra.
Silencio, susurro.
La mano al pecho
contiene la herida,
respira el abismo,
un suspiro desborda el alma,
la oscuridad regresa
y satura los poros.
No hay llanto, no hay palabras.
Solo silencio, calles mudas,
el vació que aplasta,
el anhelo latente…
Quisiera ser río,
y enterrar el corazón bajo sal,
bañar tu cuerpo
a la orilla del mar
con todas, todas estas mentiras
contenidas en una y mil vidas.