HOMBRE NEGRO

Amigo, amigo mío,
estoy muy enfermo.
No sé de dónde me viene el dolor.
O es el viento que silba
sobre el campo desierto y sin nadie
o como al bosque en septiembre
inunda los sesos el alcohol.

Mi cabeza agita las orejas,
como el pájaro sus alas.
La cabeza ya no puede
cimbrearse en el cuello del pie.
Un hombre negro,
negro, negro,
un hombre negro
se sienta en mi cama;
un hombre negro
no me deja dormir.

El hombre negro
pasa el dedo por un libro horrible,
ganguea sobre mí
como sobre el muerto un monje:
me lee la vida
de un bribón y un perdido
y me llena el alma de angustia y pavor.
El hombre negro,
negro, negro.

«Escucha, escucha
—me susurra—,
el libro trata de asombrosas
ideas y planes.
Ese hombre
vivía en el país
de los más asquerosos
matones y charlatanes.

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