Intoxicado

Soy una jaula de palabras, de todas aquellas calladas. Verdades, mentiras e historias sin contar; una a una se fueran acumulando. Hacinándose en mi interior.

Soy su carcelero, las vigilo con atención pues buscan escapar; anhela su libertad. Tocan con fuerza las rejas de esta prisión, gritan y reclaman; sollozan y exigen… No las puedo culpar, después de todo las encerré sin razón, por miedo a hablar; las encerré porque “no sabia que decir” o les dije que las pronunciaría después porque no era el momento. Esa es la verdad, secuestre estas palabras y les he negado la luz; debo cuidarlas por todo lo que pudieran contar.

Pero hay días en que estos huesos no bastan para contenerlas, son tantas y ha sido tanto tiempo; que me es difícil mantenerlas en mi interior. Se agolpan en mi corazón, me saturan el pensamiento; se acumulan hasta congestionarme el hígado y embriagarme. Es entonces cuando comienzo a vomitarlas, por montones y sin sentido; llegan fuera de contexto, mutiladas e incompletas; en historias ficticias que nada tienen que ver conmigo o quizás todo. Y yo, en medio de esa borrachera; me aferro esperando e intentando ordenar esas palabras que llegan sin que puedan decir lo que debían ser en realidad. Así transcurren las horas, hasta que la embriaguez da paso al sueño.

Al despertar ordeno el desastre que he dejado, vuelvo a encerrar las palabras que aun han quedado dentro de mi, les pongo un candado mayor; aunque sé que un día cederá y esas palabras me intoxicaran hasta vomitarlas.

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