alma

Corazón Funambulista

Corazón noble, 
funambulista ciego. 
Que cruza sobre el abismo
a paso lento y latido temeroso. 
Entre la ansiedad y el miedo, 
entre la nostalgia y el duelo. 

Corazón guerrero... 
¡Espartano valiente!
Que cruza sobre el abismo 
temerario y optimista. 
Entre la esperanza e ilusión, 
entre el amor y los sueños. 

Late, late, late... 
Sigue sobre el abismo, 
al filo de la cuerda. 
Sin dar tregua, 
sin un paso atrás, 
sin pestañear. 

Late, late, late... 
No desistas en tu andar, 
No dudes más. 
La cuerda es larga, 
mayor tu entereza. 

Corazón pequeño. 
Mi pequeño corazón:
¡Esto también pasará!

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Si se te pierde el alma en un descuido

¿Qué hace esa india Huichola que ésta por parir? Ella recuerda. Recuerda intensamente la noche de amor de donde viene el niño que va a nacer. Piensa en eso con toda la fuerza de su memoria y su alegría. Así el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces nace el buen huichol, que será digno de aquel goce que lo hizo.

Un buen huichol cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien sabe que el alma es más pequeña que una hormiga y más sueva que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder.

Un muchacho tropieza y rueda sierra abajo y el alma se desprende y cae en la rodada, atada como estaba nomás que por hilo de seda de araña. Entonces el joven huichol se aturde, se enferma. Balbuceando llama al guardián de los cantos sagrados, el sacerdote hechicero.

¿Qué busca ese viejo indio escarbando la sierra? Recorre el rastro por donde el enfermo anduvo. Sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por hoja, y bajo las piedritas.¿Dónde se cayó la vida? ¿Dónde quedó asustada? Marcha lento y con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a veces silban como la brisa.

Cuando encuentra el alma errante, el sacerdote hechicero la levanta en la punta de una pluma, la envuelve en un minúsculo copo de algodón y dentro de una cañita hueca la lleva de vuelta a su dueño, que no morirá

Eduardo Galeano

(Memoria del Fuego II : Las caras y las máscaras)

 

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Cuervos

Sera la noche que habita en mi, pero escucho el incesante graznar de los cuervos; puedo verlos posados sobre el árbol frente a mi ventana. Al andar sus sombras cubren mis pasos, su vuelo vigila mi caminar; observan cada uno de mis movimientos.

¡Silencio! – Grito con furia, pero los cuervos no cesan; continúan con su horrible ruido y solo consigo asustar a las personas que me rodean, que invariablemente huyen de mí. Aun soy incapaz de comprender porque solo yo soy consiente de aquellas aves.

Sus plumas cubren el firmamento, pueblan el día; son tantos como para ocultar el sol y hundir la tierra en tinieblas. Aun así, solo yo puedo verlos o escucharlos.

¡Malditos cuervos! Quisiera tomar una escopeta para tumbarlos del cielo, de los arboles; de los edificios. Dispararles a todos, desplumarlos y que no vuelvan a elevarse. Quisiera…

Y cuando lo pienso, los cuervos parecen leerlo en mi mente; se inquietan y emprende el vuelo. Entonces puedo sentirlos arremolinándose furiosos sobre mí, desgarrándome el alma; arrancando mi carne y clavando sus picos en mis ojos. Puedo sentir sus aleteos en mi corazón… – ¡Basta! – Suplico, pero los cuervos no cesan.

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La Tempestad

La tormenta se desata, inicia el huracán; las ratas son las primeras en escapar. Suena la alarma, es el rápido palpitar de mi corazón; anunciando el desastre. El viento agita mi alma, estremeciendo el mundo; enredando nubes y recuerdos que llenan de penumbra mi interior. La lluvia arremete con fuerza, desbordando las pupilas e inundando mi voz.

En medio de la nada me aferro a mi embarcación, esperando resistir la violencia de las olas. La hipotermia se hace presente, es el tiempo sumergido. Mi pensamiento se enturbia, es la niebla y la noche; es el frio y el miedo. La tormenta no cesa, tiemblo.

Avanza la tempestad consumiendo mis fuerzas, por un instante los relámpagos me arranca del letargo. Lentamente anestesiado por el cansancio, y sin señales de tregua; dormito.

Despierto, descubierto por los rayos del sol. Las aguas en calma, mi barco a flote y mi alma serena. Observo el horizonte, buscando alrededor y lo descubro… Una mentira, una ilusión; el ojo del huracán.

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09

Desastre en potencia es profecía, casi invocación. El caos se presenta espontáneamente, en forma explosiva; se desencadena y se propaga. Me rasga la piel hasta el alma, carcome mis huesos; oprime el corazón.

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Manifiesto

Soy un desastre en potencia, debo anunciar; porque nada será si desconoces la verdad. De mi la cordura hace tiempo se fugó en busca de utopías, cazando la eternidad. Mi corazón sufre de narcolepsia y terror  nocturno, en cualquier latido puede ser víctima de sueño. Tengo conciencia nerviosa que se inquieta con facilidad, lo alteran las acciones de mis vecinos; comienza a temblar.
Aún conservo mi infantil inocencia, acompañada de una adolescente inmadurez y un ánimo senil. Un humor sarcástico que tiende ser burlón, insensibilidad momentánea y remordimientos constantes. Empatía dolorosa, bondad reprimida por la cual ocasionalmente soy confundido como incorregible pendejo idealista. No soy confiable y tiendo a ser una mala influencia, si molesto me quedo.
Algún tiempo deje de tener amigos, por lo que aún me cuesta fiarme de ellos. Me asustan los extraños que no tienen vicios. Mis modelos a no seguir incluyen algunos religiosos, por ahora no me preocupa el cielo; aunque hace mucho tiempo deje de ser ateo. Creo, pues mi alma vibra con la armonía del universo. Dudo, pues es mi naturaleza cuestionarme y más cuando ensordece el silencio.
Pensándolo un poco quizás decir desastre es exagerar, aún hay más por enunciar; si mañana sigues por aquí lo sabrás.

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