Discordantes

La ciudad se levanta hacia el cielo envuelta en un manto tejido de hilos negros y grises, las densas nubes de humo se funden con el firmamento tornando la luz de un rojo enfermo mientras cae la tarde.

Los edificios teñidos de negro por el pincel del smog y el paso de los años cubren el horizonte iluminándolo con su luz artificial, el asfalto se apropia del suelo disputando el dominio de la tierra de la que surgen las grietas que reclaman lo que les pertenece, estanques de agua fétida adornan aquel paisaje como memoria de un río olvidado. Entre las nubes y el asfalto se trenzan las telarañas de cobre de complejos diseños mezcladas con banderines, adornos y tenis.

Sobre las calles corren enormes cajas de metal, veloces y nerviosas, ruidosas en cada esquina y en cada pausa en su caminar, cargan en su interior con unas cuantas personas ansiosas por llegar a su destino.

Al costado de las calles se erigen plataformas de cemento de distintos niveles, en aquellas aceras descuidadas tapizadas a tramos por tierra, lodo y basura caminan con celeridad las multitudes, indiferentes y egoístas. Empujan con fuerza, con rabia y desesperación para continuar su camino.

A la agonía del día, luces de neón, faros y estrobos cobran vida saturando el entorno ya cubierto de anuncios. Las jaurías de perros salvajes se disputan el dominio de la esquinas, luchan por el control de los deshechos que resguardan un poco de comida, mientras se cuidan de la ira de la muchedumbre. Los gatos corren por los callejones, trepando cada balcón, vigilando con cautela en busca de los roedores que corren resguardados por la noche.

La ciudad es un aquelarre de sonidos, luces, olores y cuerpos, que impactan la percepción, convirtiendo a sus habitantes en bestias insensibles, crueles y despiadadas, que de una en una se deprenden de la multitud, hacinándose entre bloques de concreto y metal, encerrándose tras rejas y candados.

Y sobre todo eso, ellos caminan marcando su paso, ajenos al mundo que los rodea, ausentes de aquella realidad, soltándose palabras al oído, tomados de las manos, besando sus labios, enamorados… perdidos en su paraíso.

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